domingo, 18 de agosto de 2013

Una reflexión sobre la música popular

El pasado 11 de agosto, cumpliendo con la invitación de nuestras amigas Almudena Rubiales y Mar de Santos, participamos junto al grupo folclórico "El Candil" en el II Festival Folclórico "La Cebolla", de San Vicente de Alcántara (Badajoz). Durante la visita, aproveché también para ojear un cancionero y ponerme al tanto del folclore de Extremadura, sorprendiéndome a veces el parecido con algunas canciones que ya conocía de haberlas tocado con el coro de campanilleros de mi pueblo.
En el festival, además del grupo citado, participaron los siguientes grupos que voy a especificar: Agua fresca (Carcaboso), Aires del Moral (Ciudad Real) y Albahaca (Alburquerque).

El bello espectáculo de danzas y músicas populares al que asistí, solo enturbiado por los típicos problemas que causa una amplificación deficiente, suscitó en mí algunas inquietudes, que aproveché para comentar con mi amigo Antonio Carretero, presente allí como tubista del grupo (yo iba de clarinetista). Ver a los bailarines vestidos con anacrónicos trajes tradicionales bailando bailes en corro, y a los grupos cantando canciones de un mundo que si no ha desaparecido va camino de ello, me provocó cierta zozobra y lástima, y me hizo plantearme qué utilidad tiene todo eso en la actualidad, dándome la sensación de ser un recuerdo desvaído de una cosa que en su momento estuvo viva y tenía una razón de ser. Ya no estoy seguro de que siga teniendo una razón de ser.

Si me preguntaran ahora mismo, diría que la música popular ya no está viva, exceptuando ese recuerdo que unos pocos, con mucho mérito y dedicación, se empeñan en mantener vivo y lustroso mediante este tipo de iniciativas. Ha quedado como una reliquia que hay que cuidar, y las reliquias no evolucionan, se quedan quietas en el fluir del tiempo. No son organismos vivos sino residuos del pasado.

Ésta impresión, quizás pesimista, es la que me llevé. Aunque quizás no sirva de nada pensar así, y simplemente haya que dejarse llevar por la belleza y la ingenuidad de estas músicas y danzas, sin más.

Charlando con Antonio, compañero de músicas silvestres, me di cuenta de que el tema es interesante e importante y decidí hacer un coloquio escrito sobre el asunto que pronto caerá por aquí, ya que su visión, aun teniendo cosas en común con la mía, iba más allá de la melancolía y creo que puede aportar algunas ideas interesantes.