miércoles, 9 de septiembre de 2015

Monográfico de G. Ligeti nº 6. "Poème symphonique" para 100 metrónomos.

En el año 1962 tenemos dos obras realmente curiosas, como son el Poème symphonique para 100 metrónomos y Volumina, para órgano. Estoy viendo que la primera de ellas me va a dar para rato... así que la obra para órgano tendrá que esperar. Hay mucha información en internet sobre el Poème symphonique, pero en este caso me limitaré a daros mi opinión y buscar algunos puntos en común con otras obras y autores.

Supongo que todo el mundo sabrá qué es un metrónomo, pero por si acaso, lo explicaré a mi manera. Es un aparato de mecanismo similar a un reloj que sirve para indicar la velocidad del pulso en golpes por minuto. Actualmente también los hay digitales (e incluso en aplicaciones de móvil... de hecho, desde que el mío se quedó "cojo", uso el móvil como metrónomo)

¿Sólo a mí me parece que tiene una carita risueña?

Tic-tac, más o menos rápido, eso es todo lo que hace un metrónomo.
Pues bien, a Ligeti se le ocurrió utilizar exclusivamente 100 trastos de estos en una de sus obras. Antes de escucharla quizás sea interesante que imaginemos durante un momento cómo sonaría un montón de estos chismes haciendo tic-tac, cada uno a una velocidad distinta. Se escucha básicamente una nube de ruido blanco, algo parecido al sonido de los aplausos en un teatro, con fluctuaciones dependiendo de que haya mayor o menor coincidencia entre ellos. Estas fluctuaciones hacen que se formen esquemas rítmicos que o bien, poco a poco desaparecen en un mar de ruido, o se transforman en otros ritmos distintos. Y así hasta que al último metrónomo se le acaba la cuerda. Dicho esto, ya tenemos aquí las 3 fases que se dan en la obra y que se suceden enlazadas sin interrupción (Ruido de todos los metrónomos, aparición de esquemas rítmicos, llegada a la periodicidad del final)

El concepto es muy similar al de otra obra cercana en el tiempo, In C, de Terry Riley (de la cual también hablé aquí en el blog, casi cuando empecé con él: http://apiaceresevilla.blogspot.com.es/2011/04/in-c.html. Esta se estrenó un par de años después, en 1964) 

Efectivamente la idea es prácticamente la misma en las dos obras, aunque en el Poème symphonique llega a un nivel de descarnamiento tan grande y a tal aparente falta de intencionalidad musical que no me extraña que ofenda a mucha gente. Si, todos los que al empezar a leer empezasteis a pensar que "esto no es música", "esto es una estafa" o "esto es una mierda". Me dirijo a vosotros en particular.
Hay que añadir también la evidente ironía del título, con su retintín decimonónico y romántico: "Poema sinfónico". Igual me equivoco, pero siempre he pensado que Ligeti no sólo era compositor como la copa de un pino, sino un tío con bastante sentido del humor. Y creo que de ambas cosas encontraremos bastantes muestras en la música que vamos a escuchar en las entradas que seguirán.

Bueno, aquí está el poema:


Y llegó el momento del proselitismo (para eso este es mi blog):
Esto hay que escucharlo sin prejuicios, yendo a "ver qué pasa", como el que pasea por el campo, dejando que el sonido haga lo que tiene que hacer, que "suene", y ya está, sin pedirle que exprese ni diga nada. Es lo que es y no más. No hay que buscar otra cosa.

Se requiere por parte del oyente una actitud activa. En realidad, toda música requiere esa actitud (exceptuando algunas deshonrosas excepciones) Un buen oyente debe tratar de agarrarse a los asideros que le da el compositor, reconocer motivos, ideas, ver como estas se transforman o permanecen siempre iguales, formarse expectativas, no formárselas, dejarse llevar, perderse, encontrarse... Si los asideros a los que estamos acostumbrados no están es normal que no sepamos dónde agarrarnos y la escucha sea infructuosa y carente de interés. En ese caso, tenemos que replantearnos los asideros y buscar otros.

En resumen, si escuchas esto por primera vez y lo rechazas porque sólo escuchas ruido es porque tratas de aplicar criterios de escucha que no son válidos aquí. Quizás a la segunda vez tampoco le pillarás el rollo. Ni a la tercera, ni a la cuarta. Pero si te acercas sin prejuicios, muy seguramente no llegará a ser la obra que más te guste de Ligeti, pero verás que ni es una mierda ni un engañabobos, sino música, hecha de otra manera, pero música.

Antes dije "aparente falta de intencionalidad". No era exacto, la obra está "programada" y siempre va a sonar de manera similar, aunque no igual. Hay una "intencionalidad", un proceso que se extiende a lo largo de toda la pieza y que es claramente perceptible: A lo largo de él iremos viendo que los ocasionales silencios, al principio muy breves, van esculpiendo formas sonoras efímeras (qué poético me ha quedado). Los silencios se dilatan a la par que los metrónomos se van callando uno a uno, hasta que queda el más lento, absolutamente periódico y predecible en su tic-tac.
Este uso de procesos es un punto en común de Ligeti con los compositores llamados minimalistas, como el citado Terry Riley o Steve Reich y sus desfases (ya que le mencionamos, aquí va un ejemplo de su música: https://youtu.be/gCkd46hcRag) Y también será un punto en común con compositores como Grisey y Murail entre otros.

Antes de irme, me gustaría dejar constancia de un antecedente en el uso de este tipo de aparatos: Maurice Ravel, en L'Heure Espagnole (1907- 1909), ópera que transcurre en su totalidad dentro de una relojería. Al principio de la partitura nos encontramos lo siguiente:

Tres relojes de péndulo (o 3 metrónomos) sobre el escenario. Con la intención de crear la ilusión de que hay muchos relojes, Ravel especifica 3 velocidades distintas para cada metrónomo y diferente matiz, de forma que consigue 3 niveles distintos de profundidad. 
Esta ópera para mi gusto no tiene desperdicio, y es una lástima que se represente tan poco: https://youtu.be/8OqZd8zf_hM

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